OBSERVACIONES.

      La Guardia Civil, como queda demostrado por la historia de los Tercios, es un elemento tan poderoso de orden y de seguridad pública, que sin él volvería la nación española á presentar el aspecto de un Estado sumido en la degradación y decadencia, y apartado de la moderna civilización. Creada en el año de 1844, precediendo á esta época sesenta años de desgobierno, de guerras desastrosas en el extranjero, arrastrados miserablemente á ellas por la pérfida política del primer Napoleón, y consumiendo en ellas nuestra sangre, empañando nuestras glorias, agotando nuestros tesoros, minando por sus cimientos nuestro dilatado poderío colonial. Después de este primer triste periodo, que terminó en el año de 1807, y en el cual pasó el mísero reinado del sucesor del gran Carlos III, la nación española se vio invadida traidoramente por las huestes del Capitán orgulloso, á cuyos pies nuestros hombres de Estado entonces se habían vilmente arrastrado; y por espacio de siete años tiene que luchar la nación española por reconquistar su independencia, vejada, pisoteada y destruida por ingleses y franceses que, á título de aliados los primeros, y de enemigos los segundos, debatían sus antiguas querellas en el campo que habían creído encontrar más á propósito para desahogar sus inveterados rencores. Todavía la sangre de los héroes de aquella gloriosa lucha exhalaba sus libios vapores; todavía los últimos restos de las aldeas y pueblos incendiados en aquella guerra, elevaban negras columnas de humo en el espacio, cuando comenzó á agitar á la nación española la encarnizada lucha fratricida que ocasionó la perdición de nuestras más ricas colonias y nuestra decadencia, lucha que empezada por cuestión de principios, se hizo dinástica después, viniendo á terminar en el año de 1840, dando el triunfo á los defensores de Doña Isabel II y del sistema constitucional, que todavía no bien comprendido y asentado, dio lugar á los disturbios de la regencia del Duque de la Victoria. La nación española era, pues; en el año de 1844, un verdadero caos. Era necesario limpiar los caminos de bandidos, restablecer el orden, hacer que los pueblos adquirieran hábitos de subordinación, de obediencia y respeto las á ordenes del Gobierno, á las autoridades civiles, judiciales y municipales, principal fundamento de la felicidad de las naciones civilizadas; pues sin tales condiciones en balde es que el Gobierno supremo del Estado dicte las mejores disposiciones; se estrellarían ante la insubordinación de los pueblos; y las autoridades inferiores, sin una fuerza fiel y poderosa que las dé apoyo, serían, como lo eran antes, impotentes para ponerlas en ejecución. Para esto se creó la Guardia Civil, y probado queda en este libro cuán admirablemente ha sabido llenar su objeto. Esta brillante institución es una verdadera necesidad en España; conviene, pues, elevarla á su mayor perfección, para lo cual vamos á permitirnos algunas observaciones, consecuencia del estudio profundo que nos hemos visto obligados á hacer de ella para escribir esta historia.
      La primera que salta á la vista es la indispensable necesidad de aumentar la fuerza del Cuerpo. Esta necesidad está en la conciencia de todos los españoles, cualesquiera que sean sus opiniones en política. Cierto es que son muchas y costosas las atenciones del Estado en un país como el nuestro, que se levanta de su postración y en que todo se reconstruye; pero también es verdad que la riqueza pública se desarrolla en grande escala, gracias á la adopción de sabias medidas económicas, y que el Tesoro cuenta con abundantes recursos. Nuevos caminos generales, provinciales y vecinales, se abren de día en día para dar nueva vida y mayor extensión al tráfico y al comercio; y todas estas circunstancias exigen y reclaman mayores medios de seguridad: es indispensable vigilar no solamente las grandes líneas generales de caminos, así terrestres, como férreas, sino también las transversales y el interior de los grandes distritos agrícolas, principal base de nuestra riqueza; y para esto forzoso y urgente es aumentar la Guardia Civil, al guarismo que estas necesidades reclaman. Hoy creemos que el número de guardias civiles no debe bajar de 16,000 como dotación mínima, que guarde relación con el de un guardia por cada legua cuadrada, o de mil por cada millón de habitantes. Ningún Gobierno debe detenerse ante la consideración económica que está bien atrás del bien social, al que es preciso atender con preferencia. Es incuestionable que establecido y perfectamente cimentado en España el sistema representativo, deben desaparecer cuantas fuerzas heterogéneas existan en varias localidades con diferentes denominaciones; porque el Estado, que se encarga del bienestar de los gobernados, es el único que debe procurárselo, sin despojarse de atribuciones que en casos determinados le impidan poner bajo su mano las fuerzas que tiene la nación. Muy respetable son para nosotros los acuerdos de las Cortes; y sin embargo del profundo respeto con que los acatamos, es nuestra humilde opinión que al acordar en la última legislatura que el presupuesto de la Compañía de Fusileros de Valencia, fuese incorporado al Estado, debiera haberse incorporado su fuerza á la Guardia Civil; porque no comprendemos dos fuerzas que se rechazan encargadas de un mismo objeto en un mismo punto. Cataluña para sus escuadras; Sevilla y Málaga para sus Compañías Rurales, pueden reclamar con igual justicia que Valencia; y, ó hay Guardia Civil, ó Compañías de Fusileros; las dos fuerzas á la vez no deben, no pueden existir.
      Dentro de la actual organización del Cuerpo de guardias civiles, hay grandes necesidades á que atender; la mano feliz del ilustre organizador las palpaba, y su constante amor al Cuerpo le impulsaba á irlas proponiendo al Gobierno siempre que se le presentaba ocasión favorable para ello. Son infinitas las que tenía en proyecto que nosotros sepamos, y varias las sometidas al Gobierno; y en la imposibilidad de enumerarlas todas por falta de espacio, indicaremos algunas para que sepan nuestros lectores que hay muy poco o nada que esté oculto á la penetrante vista de tan ilustra General.
      Reclaman algunos Tercios la dotación de Jefes y Oficiales, cuyas clases y categorías omitimos, porque no podemos sin extendernos desarrollar esta necesidad.
      El sueldo de los primeros Capitanes, aún después del Real decreto de 23 de marzo de 1857, es un asunto que debe llamar seriamente la atención de todo Jefe superior que se halle al frente del Cuerpo y se interese por la equidad y justicia que asista ó asistir pueda á sus subordinados. Los dignísimos Generales, Excmo. Sr. Duque de Ahumada y Excmo. Sr. D. Facundo Infante, han trabajado con celo en pro de la justicia que asiste á esta benemérita clase, aunque sus desvelos no hayan dado otro fruto que el decreto citado, no por eso debe abandonarse una causa cuando es justa.
      Los sueldos de los segundos Capitanes han mejorado, gracias al celo del ilustre organizador, que aún desde el rincón de su retiro, reclamó para sus antiguos subordinados, lo que de justicia les correspondía; creemos que aún hay mucho que hacer respecto á esta clase.
      En la de Tenientes y Subtenientes, se presenta una cuestión que influye de una manera dolorosa en el porvenir de aquellos que tienen empleos superiores, sin una ventaja moral ni material que los estimule, y con perjuicios que la jerarquía militar rechaza; muy necesario creemos que se piense en esta clase hoy que tienen derecho á entrar en el Cuerpo Capitanes, Tenientes y Subtenientes del Ejército.
      Desde 1844 sólo á fuerza de constantes gestiones pudo lograrse en 1853 un pequeñísimo aumento al sueldo de todas las clases de tropa; creemos que hay otra necesidad en punto de tanto interés que no debe olvidarse.
      El acuartelamiento del Cuerpo es quizás la condición más esencial de la existencia de la Guardia Civil, y especialmente de la veterana; largos escritos hemos dedicado á tratar esta cuestión en la Gaceta Militar; los desarrollaríamos aquí si tuviéramos espacio para ello, pero careciendo de él, no hacemos más que señalar necesidades, imitando en ésto al ilustre organizador del Cuerpo que las ha hecho presentes al Gobierno en el Senado.
      Hay puntos de incuestionable utilidad reconocida que esperan con impaciencia su realización para dar á la Guardia Civil en la parte fiscal-criminal, derechos y deberes que amplíen el círculo de sus atribuciones en este ramo y la liguen más á los Jueces de primera instancia y Promotores fiscales. Larga sería la exposición de nuestro pensamiento en el particular, pero tenemos que encerrarnos en límites marcados de antemano.
      Como vagos rumores de «se dice» ha llegado á nuestra noticia que se trataba de extender la acción de la Guardia Civil á la vigilancia política y rural; esta última la tiene hoy por su reglamento, y sobre ambas tenemos nuestra opinión particular que sin exponerla la encerraremos en el siguiente dilema. O hay base para llevar á cabo esa extensión de acción ó no la hay; en nuestro sentir la base existe en la Guardia Civil, pero falta la de la realización, y debe asentarse antes de llevarla á cabo.
      Son diferentes las soberanas disposiciones que desde la creación de la Guardia Civil se han dictado para que á los individuos inutilizados, ó cansados en el servicio se les atendiese con destinos pasivos; estas utilísimas disposiciones sólo han tenido aplicación con más frecuencia, cuando los Generales Duque de Alhumada y D. Facundo Infante, emplearon el influjo de su autoridad cerca del Gobierno, para que fuesen una verdad en la práctica. Los Colegios militares y el de huérfanas en Aranjuez aseguran nuestro aserto, que corroboran también los muchos destinos que aún hoy desempeñan individuos de todas clases en la carrera civil.
      Hay una cuestión importante que se ha resuelto según nuestra humilde opinión contra el derecho que asiste á la Guardia Civil; esta cuestión es la del lugar que debe ocupar en formación cuando concurra con otras tropas é institutos del Ejército. El señalar el último lugar á la Guardia Civil, podrá estar fundado en razones que nuestro humilde criterio desconoce, y por esta razón no puede apreciar; pero la disposición ni en la teoría ni en la práctica la podemos juzgar acertada. La primera fuerza armada que se conoció en España, organizada como Cuerpo, como Ejército permanente y á disposición de los Reyes sin restricción alguna, fué la Santa Hermandad, institución enteramente análoga á ésta, según dejamos probado en el curso de este libro; de modo que ningún Cuerpo ni Arma pueden disputarle derecho de antigüedad, y ésta es una razón poderosa que debemos oponer á la expresada disposición. Componiéndose este instituto generalmente de veteranos escogidos, la antigüedad en el servicio que como una recompensa vienen á prestar á él, es otra razón que les asiste para ocupar lugar preferente á sus hermanos de armas, mucho más modernos en las filas militares. La Guardia Civil como Cuerpo esencialmente militar pagado por el Ministerio de la Guerra, tiene esta preferencia respecto al de Carabineros, que sólo en su organización y mando es militar. La Guardia Civil tiene bandera que lo represente en el primer Tercio, de cuya insignia carece el de Carabineros. Sin duda por todas estas razones y la importantísima de ser esta institución el primer elemento de orden, y la inmediatamente delegada del supremo Gobierno para hacer respetar las leyes y conservar aquel, vemos que en las demás naciones la gendarmería siempre que concurre á formación forma á la cabeza de todo el Ejército. No alcanzamos la excepción establecida con la Guardia Civil española.
      Llegamos al término de nuestra tarea, y no la daremos fin sin dirigir cuatro palabras á nuestros suscriptores. Como dejamos consignado en el prólogo, hemos emprendido nuestro trabajo, sin pretensiones de ningún género, sin vanos alardes de una instrucción de que nadie puedo jactarse, sin empequeñecerse á los ojos de sus semejantes; nuestras pobres tareas serán las que atraigan sobre nosotros el fallo imparcial del que nos honre leyéndolas; las que contiene este libro están calcadas en la historia de nueve siglos, que hemos recorrido muy superficialmente para no extralimitarnos; hemos enriquecido esta historia con algunos documentos inéditos, que nuestra solicitud se ha proporcionado registrando archivos y bibliotecas. El propósito de dar en un volumen nuestro trabajo, nos forzó á reducirlo en términos que con dolor hemos renunciado á detallar hechos gloriosos, y necesidades de grande utilidad que reportarían sin duda gloria á la nación y á la misma Guardia Civil, cuya historia bien hecha, no puede menos de ocupar dos gruesos volúmenes. La Guardia Civil es la primera institución de seguridad pública en Europa que tiene escrita su historia; nos cabe esta gloria.
      Hemos sido favorecidos por nuestros hermanos de armas de un modo que nuestra posición no podía prometerse, y esta prueba de interés que el Cuerpo dio á nuestros humildes trabajos, es para nosotros una prenda de gratitud que nunca sabremos apreciar suficientemente, pero que nos complacemos en consignar como única satisfacción que nos es dado tributarles, asegurándoles que, como hasta aquí, tendrán nuestra pobre pluma siempre á su disposición para rechazar de todas maneras cuanto pueda tender á lastimar un nombre tan glorioso como apreciable se ha hecho el de la Guardia Civil á los ojos de la sociedad que la contempla.
      Hemos luchado con dificultades que nos imposibilitaban materialmente la continuación de nuestro trabajo: la idea del lucro, que abandonamos desde un principio, desapareció desde el momento en que, según habíamos ofrecido y hemos cumplido, tuvimos que dar á real la entrega de una obra poblada de retratos y láminas al cromo, cuyo coste no era menos que el de medio real los primeros y más de uno las segundas, sin que cobrásemos ni un sólo céntimo por ellas. En año y medio que hemos invertido en la redacción, la recompensa única material que esperamos hoy, es la venta de unos centenares de ejemplares que nos sobran y ponemos á disposición del que desee adquirirlos; con los expendidos no hemos hecho hasta el día otra cosa que cubrir gastos. Quédanos el consuelo de haber escrito un libro que, no por su mérito literario, sino por la verdad de su contenido, no podrá menos de redundar en gloria de nuestra patria y del Cuerpo á que lo hemos dedicado.
      Tal vez hubiéramos desistido de continuar publicando la HISTORIA DE LA GUARDIA CIVIL en vista de las contrariedades que se desencadenaban contra ella o contra nosotros, si nuestra honra por una parte y los intereses, fuera de nuestro alcance por otra, que teníamos comprometidos, no nos tuviesen empeñados en su terminación; y debemos consignarlo así, porque hubo momentos en que la saña de ciertas personas nos obligo á suplicar que si se nos abonaban los gastos hechos renunciaríamos á continuarla; tal era nuestra situación. Hubo, sin embargo, dignísimos é ilustres personajes que escuchando la voz de la justicia, y no haciendo caso de suposiciones apasionadas, se apresuraron á hacer conocer la verdad á quien podía hacernos cumplida justicia; y debemos sinceramente confesarlo, el Excmo. Sr. Capitán General de Ejército D. Leopoldo O-Donnell, Conde de Lucena, cuyas cualidades militares, sin alarde de ningún género hemos encomiado en muchos escritos, nos hizo cumplida justicia, en el momento que escuchó á los ilustres personajes indicados. Reciban uno y otros los sentimientos de nuestra eterna gratitud.
      Hemos omitido nuestros nombres al principiar la obra, porque la modestia así nos lo aconsejó; hoy los estampamos para que con conocimiento pleno de ellos pueda criticarse nuestro trabajo y levantar, si lo merece, el dictado de plagiarios ó imitadores con que indignamente cierta persona al principio pretendió calificarnos. Ni una sola línea, ni una sola palabra es debida á otras plumas que á las de los que suscriben que se vanaglorian de haber concebido y llevado á cabo la publicación de esta obra.
Madrid 1.° de diciembre de 1859.

José Sidro y Surga.          Antonio de Quevedo y Donis.



Colección de láminas.