ESCOPETEROS VOLUNTARIOS DE ANDALUCIA.

(Regional Andalucía)




El primero de ellos fue de Escopeteros Voluntarios de Getares, organizado el 2 de enero de 1705, para vigilancia del contrabando en la bahía de Algeciras, que había experimentado un considerable aumento desde la usurpación de Gibraltar, años antes, por el almirante inglés Rooke -el cual se formó en la ciudad de Tarifa con una partida de cuarenta hombres escogidos entre la vecindad como los "más templados y mejores tiradores". Su mando fue conferido a su promotor, don Gaspar Salado, capitán de Milicias Urbanas, considerado persona "esforzada y valerosa".

Muy pronto se notó la eficacia de tan menguada compañía, y por sus destacados servicios se le declaró al año de su establecimiento "compañía veterana del Ejército". Se le asignó cuartel en la altura de Getares "sitio el más elevado de la costa a Poniente de Gibraltar" y en Fuerte Tolmo, porque desde el "se divisaba a lo lejos gran extensión para descubrir y reconocer si se acercaba el enemigo y poder salir a su encuentro y apercibirse para evitar un desembarco". En 1717, se aumentó en un teniente y cuarenta escopeteros, con destino a guarnecer la costa del Levante de Gibraltar hasta Estepona, y emplearlos en los buques de escolta destinados a dicho fin. Hasta su extinción, decretada en 1819, pero aplazada a 1823, su plantilla se compuso de capitán, teniente, subteniente, dos sargentos -primero y segundo-, un tambor, diez cabos y sesenta y seis escopeteros.

Escopetero de Andalucia
Escopetero de Andalucía.

Hasta 1751 permanecieron en su cuartel de Getares; en dicho año, el comandante general del Campo de Gibraltar ordenó su establecimiento definitivo en Fuerte Tolmo, donde permaneció hasta 1755, año en que se trasladaron a Algeciras a su nuevo alojamiento, conocido con el nombre de cuartel de Escopeteros. Por razones de su específico servicio, los escopeteros fueron divididos en dos "mitades", pasando una de ellas, en 1762, a San Roque, aunque en 1767 terminaron por reunirse todos como anteriormente. Sus servicios de vigilancia costera fueron numerosos y, en ocasiones recibieron apoyos de la Real Maestranza de Ronda. Desde su creación estuvieron afectos a la Inspección General de Infantería, y a partir de 1750, dependieron del comandante general del Campo de Gibraltar. Estaban dotados de escopeta de a doce en libra, dos pistolas, bayoneta de dos filos y bolsa cartuchera. En cuanto a su uniforme utilizaron el mismo que la Infantería del Ejército. Aunque tuvo el carácter de fija, realizó numeroso desplazamientos; en 1720, tomó parte en la expedición a Ceuta, y en 1732, intervino en la conquista de Orán; entre 1747 y 1760, mantuvo un destacamento de treinta hombres en Extremadura para la represión del contrabando y fraude en la frontera portuguesa. Ordinariamente prestaban su “servicio de avanzada en la línea de Gibraltar”, así como con los Guardas de Rentas, Cuerpo civil afecto a las aduanas. También prestaron servicios de conducción de caudales reales, auxilio a los recaudadores de rentas y captura de desertores, que los hubo en abundancia, los cuales se refugiaban, primero, en la Serranía de Ronda, para nutrir posteriormente las partidas de caballistas (bandoleros). Durante la guerra de la Independencia destacaron en las defensas de Tarifa, de 1811 y 1812, y debido a su heroico comportamiento, les fue concedida la medalla de la ciudad por real orden de 4 de junio de 1815. Lamentablemente, su vinculación al pronunciamiento de Riego propició su desaparición al término del trienio liberal.

Para hacer frente al enraizado bandolerismo campero de la región, el 10 de marzo de 1776, los jefes políticos elevaron al Consejo del Reino la siguiente propuesta: "Noticioso el rey (Carlos III) de los repetidos insultos que los ladrones, contrabandistas, salteadores de caminos, vagos y demás gente de mal vivir, cometen en los Reinos de Andalucía, no pudiendo S. M. con indiferencia mirar tan frecuentes excesos en perjuicios de sus vasallos y queriendo su paternal amor remediar tanto daño, para facilitar a aquellos pueblos y a sus naturales la seguridad y quietud que con este objeto se formen dos Compañías permanentes en aquellos Reinos, con el nombre de Escopeteros Voluntarios de Andalucía".

A continuación y en forma detallada, se exponían las condiciones básicas para organizar el nuevo Cuerpo de Seguridad Pública. Fueron redactados dos proyectos independientemente y por iniciativa del Consejo de Castilla y el inspector general de Infantería, uno debido al capitán de Caballería del regimiento Santiago, Jorge Enna, de guarnición en Sevilla, y el segundo, al de igual empleo del regimiento Calatrava, Antonio Rafael de Mora, con residencia en Granada, aprobándose el primero por resultar más económico. Dichas compañías de Escopeteros eran similares a otras muchas ya establecidas o en periodo de organización en otras regiones. Ambas estuvieron adscritas para el servicio al ramo de Justicia y no al de Gobernación como era habitual. Así, la primera dependió de la Audiencia de Sevilla, mientras la segunda lo estaba de la Chancillería de Granada. En cuanto a disciplina, ascensos, organización y régimen interior, debían obediencia a los capitanes generales respectivos, y cuando terminó su organización, se las integró en el Ejército. Sus efectivos por unidad fueron de capitán, teniente, subteniente, seis sargentos, doce cabos y setenta y dos escopeteros, y su servicio preferente fue la persecución y captura de caballistas (bandoleros), muy numerosos en aquella época.

Escopetero de Andalucía. Alferez de Milicias Provinciales. Fusilero de Milicias Provinciales. Fusilero de Cataluña
Escopetero de Andalucía. Alferez de Milicias Provinciales. Fusilero de Milicias Provinciales. Fusilero de Cataluña.

La eficacia de estas compañías fue muy relativa, tanto por las limitaciones de su escaso numero como por la forma de llevar a cabo las persecuciones. De todas formas, se batieron constantemente -aunque con escasa fortuna- con los numerosos y temibles bandidos de las campiñas andaluzas.

En principio, fue nombrado inspector de ambas compañías el capitán Enna, con el nombramiento de comandante, y el sueldo de mil quinientos reales mensuales, muy considerable, si reparamos en otros, con igual empleo en el Ejército, sólo percibían setecientos. Por la dependencia de las Audiencias a las que estaban sujetos para el servicio, y de ]as Capitanías Generales, a efectos de ordenanza, el cargo de inspector fue suprimido.

Los sueldos mensuales del resto fueron: capitán, seiscientos reales; teniente, cuatrocientos cincuenta; sargentos, ciento ochenta; cabos, ciento cincuenta, y escopeteros, ciento veinte. El presupuesto se satisfacía con arbitrios a prorrateo entre los pueblos y ciudades que reclamaban sus servicios. Los Escopeteros Voluntarios, también llamados impropiamente Escopeteros Reales, tuvieron fuero militar y gozaron de las exenciones habituales de las demás tropas del Ejercito mientras permanecieran en activo.

Su uniforme fue de hechura andaluza, compuesto de capa corta de paño, sombrero y montera, calzón azul con botín blanco, polainas, corbata negra y chupetín. De armamento tuvieron escopeta de a doce en libra, bayoneta y dos pistolas, frasco de pólvora, canana y dos bolsas de lona, una para las balas (pelotas) y otra para las piedras (sílex), a razón de doce balas y dos piedras por escopetero.

Para llevar adelante los servicios, las compañías se fraccionaban en mitades y escuadras. Por cada escuadra existía una cuerda de cáñamo para amarrar a los detenidos y un hacha "para romper puertas y talar árboles". Se establecían en destacamentos, reuniéndose en su totalidad en muy contadas ocasiones, para realizar ejercicios de tiro o ser revistados por alguna autoridad militar. Los Escopeteros de Granada fueron disueltos al concluir el trienio liberal por haberse identificado con la Milicia Nacional, mientras los de Sevilla, de ideología conservadora o burguesa, subsistieron hasta el 23 de septiembre de 1845, dándole opción a sus miembros a ingresar en el Cuerpo de Guardias Civiles, que había sido creado recientemente. Lo mismo que en otras regiones, en Andalucía hubo también cuerpos o Campanees Sueltas de entidad provincial y efímera ejecutoria, como los Celadores de Jaén (1834-1835) y los Faletis de Cádiz (1839-1840), pintoresco nombre debido al primer apellido de su promotor y organizador.

Aguado.