MIÑONES Y MIGUELETES.

(Regional Vascongadas)




Por lo ya expuesto, la Compañía de Fusileros de Álava pasó a llamarse, en 1817, de Miñones. Según Corominas, la voz miñón procede del Catalán minyó, muchacho, aunque es más común admitir su origen del francés mignon, término usado para designar a los soldados más jóvenes empleados en la persecución de ladrones y contrabandistas. La primera misión de los Miñones alaveses fue la de perseguir las partidas de salteadores de caminos, surgidas tras la contienda de la guerra de Independencia. Su establecimiento fue muy deficiente; desaparecieron durante la guerra civil, y al producirse el abrazo de Vergara, la Junta provincial de Álava, con fecha 3 de septiembre, ordeno su restablecimiento; en el documento se especificaba que la Compañía de Miñones alaveses tendría un comandante jefe con el haber mensual de setecientos reales y ración diaria de forraje para el caballo; cuatro ayudantes primeros, a seiscientos reales cada uno, y cuatro segundos, a trescientos sesenta, todos con categoría de oficiales del Ejército, más ocho sargentos, a doscientos cuarenta reales; doce cabos primeros, a doscientos diez; otros doce segundos, a ciento noventa y cinco; cuatro cornetas y ciento veinticinco miñones, a ciento ochenta reales, más veinte de Caballería, con análogo salario. En total, ciento noventa hombres, con abultado cuadro de mandos. Jefe superior de los Miñones fue el diputado general de la provincia, con el título de maestre de campo, equivalente al cargo de coronel del Ejército.

Chapela roja usada por miñones y migueletes
Chapela roja usada por miñones y migueletes.

Álava fue dividida en cuatro distritos y los Miñones en cuatro partidas, una por distrito, con primero y segundo comandante (ayudantes primero y segundo), seis cabos (tres primeros y tres segundos), un corneta y treinta y seis miñones de a pie. Para ingresar era necesario poseer resistencia física apropiada, honradez, sumisión a las autoridades y ser naturales de la provincia. Como condición preferente estaba la de saber leer y escribir.

Hasta sargento inclusive, la uniformidad se componía de sombrero con chapa con la inscripción de la compañía, gorro cuartelero, chaqueta, pantalón, poncho, botines de paño pardo y bufanda de lana encarnada al cuello, para los de Infantería, y chacó con igual leyenda, gorro cuartelero, corbatín de baqueta, chaqueta, panta1ón, capote de paño pardo y borceguíes con espuelas, para los de Caballería.

El armamento consistió en fusil con bayoneta y canana para Infantería, y carabina, sable y pistola, para Caballería. Para fondo de vestuario se descontaba un real diario a cada miñón; la ración del ganado consistía en celemín y medio de cebada, o dos de avena, media arroba de paja por día y diez reales al mes por herraje. Tuvieron derecho a alojamiento, pero estrictamente aleccionados en el sentido de no exigir otra cosa más que "cama, agua, sal, vinagre y asiento a la lumbre", con arreglo a la ordenanza militar. La pérdida de vida o inutilidad física durante el servicio tenía su correspondiente recompensa para interesados y familiares. En la práctica de los servicios, batidas y seguimiento de delincuentes, las partidas se fraccionaban en grupos mandados por sargentos y cabos. El comandante-jefe residía en Vitoria, tomaba diariamente las órdenes del maestre de campo, a quien de paso daba nota de las novedades del día anterior, una vez recibidas las de los primeros ayudantes de distrito.

En Vizcaya se organizaron núcleos de fuerza de análogo sentido a los de Álava. Con anterioridad ya habían sido establecidos cuando la guerra contra la Convención, que originó la república de Guipúzcoa bajo bandera francesa. El 9 de octubre de 1833, se los organizó como Cuerpo armado, y el 6 de diciembre se dio cuenta de su establecimiento con el carácter de Compañía de Miñones de Vizcaya. Efectivos, organización, y distribución de sueldos fueron con cargo a la Diputación Foral. Igualmente ocurrió en Guipúzcoa, pero con la diferencia de que tomaron el nombre de Migueletes.

Ambas compañías -Vizcaya y Guipúzcoa- fueron disueltas después del abrazo de Vergara (31-VIII-1839), como consecuencia de haber combatido en el bando del pretendiente. Para sustituirlas se organizaron los Celadores de Protección y Seguridad Pública, con igual o muy parecida organización, y su sostenimiento fue por cuenta de las Diputaciones. Se les asignaron cuatrocientos hombres "deducidos" del Ejército; tanto "cristinos" como "convenidos" tuvieron opción al ingreso, siempre que fuesen naturales de la respectiva provincia; su rendimiento fue tan escaso como nulo, y su presupuesto considerado como excesivamente costoso.

La idea de un sentido unificador para las tres provincial estuvo muy lejos de conseguirse. En 1841, cada una alegó sus propios derechos y pretensiones, implicando una involución en el planteamiento. Surgieron, pues, de nuevo, los Miñones para Álava y Vizcaya y los Migueletes para Guipúzcoa, con la novedad de usar como prenda de cabeza la chapela roja que sustituyó al chacó. Para organización y disciplina quedaban sujetos al ramo de Guerra y en cuanto al servicio, de las Diputaciones respectivas, encargadas de su atención presupuestaria, mediante el procedimiento de prorrateo entre las localidades en donde lo prestaban. Los jefes y oficiales pertenecían al Ejército en situación de reemplazo.

Miñones de Vizcaya
Miñones de Vizcaya

En 1874, y para su empleo en la tercera guerra carlista por el bando gubernamental, se formó, con los tres núcleos, el Batallón de Migueletes Voluntarios, marginándose por su extranjerismo el término miñones, aunque eran mayoría, para desarticularse en 1876, al concluir la contienda, volviendo a la situación inicial. Como detalle anecdótico fue suprimida la chapela, sustituida hasta 1880 por el chacó, en que se restableció de nuevo la prenda tradicional. Es la época de mayor auge de estos cuerpos provinciales, contando cada uno con un teniente coronel jefe, comandante segundo jefe, cuatro capitanes, uno de ellos ayudante, un teniente y tres suboficiales por compañía, más dieciséis sargentos, cuarenta cabos y doscientos dieciséis -miñones o migueletes- por provincia. Las jefaturas provinciales con el pomposo nombre de Comandancia General de Migueletes -o Miñones- estuvieron ubicadas en las capitales de provincia, así como una de las compañías, no siendo fijas las cabeceras de las otras dos, a excepción de Guipúzcoa, que se establecieron en Vergara y Tolosa. Aunque estos cuerpos provinciales debieron desaparecer al crearse en 1844 la Guardia Civil, a causa de presiones políticas e incomprensibles privilegios obsoletos, hábilmente mantenidos y explotados en propio beneficio -similares a los de los Mozos de Escuadra- propiciando su supervivencia hasta la actualidad, por su sabor regionalista. Coadyuvó en su provecho la falta de recluta para la Guardia Civil que desde un principio se evidenció en la región, la escasez de medios presupuestarios y las cuestiones lingüísticas.

En esta situación se mantuvieron con más pena que gloria hasta la guerra civil 1936-1939, con un rendimiento muy problemático, siendo antes que otra cosa, un elemento más decorativo y ostentoso que efectivo. Miñones de Vizcaya y Migueletes de Guipúzcoa, al tomar el partido del Gobierno, fueron disueltos, mientras que los de Álava perduraron por su adhesión a la parte vencedora. Su organización y funcionamiento apenas sufrió en este último periodo alguna alteración.

Tanto Miñones como Migueletes tuvieron un gran valedor en el capitán general, Marcelo Azcárraga Palmero, enraizado en las Vascongadas, miembro del partido canovista, que siendo ministro de la Guerra -y promovido por las Diputaciones forales- elevó extenso informe a la reina regente María Cristina, viuda de Alfonso XII, en el sentido de que ambos cuerpos fuesen considerados "en todos sus actos como la Guardia Civil, con el laudable propósito de rodearles del prestigio y las prerrogativas militares que éste goza".

La ley de 7 de Julio de 1876 autorizó y confirmó la permanencia de Miñones y Migueletes, hasta tanto la Guardia Civil pudiera sustituirlos en el caso de asignársele presupuesto y dotación de personal necesario, cuestiones difíciles de solucionar y defectos bizantinos que nunca se resolverían; razonamientos todos ellos tan ambiguos como enrevesadamente interesados.

El vestuario acordado por real orden de 11 de junio de 1895, que, a grandes rasgos, ha perdurado, estuvo compuesto de guerrera de paño azul turquí, abrochándose delante con doble fila de siete botones grandes dorados, con las armas de la provincia. El pantalón del mismo paño, sin vivo ni franja alguna, boina encarnada con chapa amarilla en su parte central y la leyenda "Miñones -o Migueletes- de...".

Aguado.