LA GUARDIA RURAL.La legislación nacional hacíase cada día más complicada y los deberes de la Guardia Civil íbanse tornando cada vez más confusos. Si la plantilla existente era capaz para hacer frente a los servicios contra la seguridad de las personas y las propiedades, se hacía más problemático al tratar de la vigilancia de las grandes haciendas. La necesidad obligó a formular varios proyectos para la creación de un Cuerpo dedicado exclusivamente a la protección de las propiedades rurales. Estas intenciones, entre ellas la de elevar la plantilla de la Guardia Civil a veinte mil hombres, quedaron sin realizar, por falta ya habitual de presupuesto. No obstante, en 1868 y encontrando una hábil solución administrativa, se creó el Cuerpo de Guardia Rural, similar en organización a la Guardia Civil y dependiente de su Dirección General a todos los efectos. A cada provincia se la dotó de la fuerza necesaria a base de compañías de ochenta a ciento veinte plazas. Las clases de tropa procedían del voluntariado, con la condición de prestar servicio donde fuesen naturales. Se hallaban sujetos a ordenanza y a fuero militar. En cada capitanía general se designó un jefe del Ejército destinado a ejercer su vigilancia a inspección. Las plazas de oficiales se cubrieron con los de la Guardia Civil en situación de reemplazo, reserva, cuartel y supernumerarios y también con subalternos de Infantería del Ejército. Todos los gastos presupuestarios eran facilitados por las Diputaciones provinciales. Para el servicio peculiar dependían de los Ministerios de Gobernación y Fomento (Agricultura). Su vida fue muy corta. Disueltos en octubre (1868) a los pocos meses de su creación, fueron integrados en la Guardia Civil, que vio así aumentado considerablemente su contingente. Ciertamente, más que necesidad perentoria fue una habilidad política del general Narváez para aumentar la plantilla de la Guardia Civil. Muñoz Bolaños |